sábado, 28 de febrero de 2015

Los jueces se tapan unos a otros: el caso del juez independentista


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El juez Santiago Vidal
Foto: abc.es
Un juez no es un ciudadano cualquiera. Es un ciudadano, con iguales derechos y deberes, pero más deberes que derechos mientras esté en activo. Un juez, no deja de ser juez una vez cuelga la toga y sale a la calle. Un juez no puede ir contra el sistema judicial vigente. En definitiva, para decirlo claramente, un juez puede ser independentista, pero no colaborar para que ninguna parte de la Nación se segregue. Lo que ha hecho el juez Santiago Vidal colaborando en la redacción de una constitución catalana es un delito de alta traición, aunque no sea militar.

Es vomitivo ver cómo los jueces se tapan las vergüenzas unos a otros, al más rancio estilo gremialista y corporativista. Lo menos que podían hacer era echarlo definitivamente de la carrera judicial y haber emprendido acciones judiciales contra él para depurar los posibles delitos que haya cometido este juez indigno.

Pero no. Entre ellos se autoprotegen y le imponen un leve castigo consistente en la separación del servicio por tres años. Vamos, una nimiedad en relación con lo que ha hecho. Una vergüenza. ¿Cómo quieren que los ciudadanos, encima, creamos en la justicia?

3 comentarios:

  1. El corporativismo profesional no es cosa nueva. Los médicos se tapan unos a otros frente a errores profesionales. Para mí es mucho peor que un juez deje sin aplicar el derecho a unos potentados, políticos o no, y de un escarmiento a un ciudadano por hacer uso de una tarjeta de crédito encontrada, mientras dejan libres a los que han robado a los ciudadanos con unas preferentes, o desvían fondos públicos a sus cuentas privadas, o a las de sus cómplices constructores. La conspiración es mala, pero no pasa de la potencia al acto.
    No se puede creer en la justicia mientras la justicia permita que algunas personas, por cargo o por sangre, estén por encima de la justicia. No se puede creer en la justicia mientras el representante máximo de los jueces esté elegido por el partido en el gobierno. No se puede creer en la justicia cuando la resolución tarda tanto y es tan arbitraria. No se puede creer en la justicia cuando las oposiciones a juez están amañadas para favorecer a unas personas sobre otras: los que deben el cargo son servidores incondicionales del que se lo ha dado. Todos conocemos algún caso de algún juez por la gracia de dios, o del gobierno de turno, sin haber aprobado unas oposiciones y más exactamente, sin haber opositado siquiera. Que dios nos ampare

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  2. Que un mercenario pueda pegar un tiro en la cabeza de un ciudadano, sí me parece repulsivo y si además la justicia le pone en libertad para que siga haciendo apología del terrorismo me parece imperdonable.

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  3. Creo que es peor que el presidente de una comunidad autónoma haga proselitismo político, divida a la población con arengas intencionadamente divisionistas, con multas por rotular los comercios en español, por discriminar con una lengua a los que ellos llaman despectivamente 'charnegos', que incite a que algunos catalanes griten con orgullo y escriban en sus camisetas en un idioma no español 'Cataluña no es España'. Estos políticos por estos actos no son expulsados de la carrera política y tienen culpa de no emplear los fondos públicos en mejorar su red eléctrica, por ejemplo y buscan el momento adecuado dejando sin energía a media Cataluña para reivindicar más dinero al gobierno central. Estos políticos están haciendo que muchos empresarios, catalanes o vascos, cambien la sede de su empresa a Madrid, por la inestabilidad que están creando. Siempre hay un buen número de fanáticos, como en el fútbol, que son capaces de matar y no digo por defender sus ideas ni sus colores, sino porque carecen de ideas, de raciocinio y aprovechan el revuelo para dar rienda suelta a sus instintos más primitivos.
    Los que son capaces de crear estos estados anímicos, de odio al que no piensa igual, al que no es de nuestro grupo, merecen que se les aparte de su carrera profesional, de su desarrollo vocacional, de la mala influencia que ejerce en una masa enardecida. Y los ejecutores merecen algo más que una pena de telediario

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