martes, 31 de marzo de 2020

Las crisis de 2008 y 2020

Por ahora, es difícil saber lo que durará la crisis que ya se ha iniciado, ni su profundidad. Cuanto antes se supere la crisis sanitaria, menores serán los efectos perniciosos. En su orígen, ésta poco o nada tiene que ver con la pasada, de la que todavía no habíamos salido. Sus causas son diferentes y sus efectos, salvo un milagro, podrían ser peores. Veamos.


La crisis de 2008

La crisis que se inició en 2008 fue en su origen, una crisis fundamentalmente especulativa al estallar una enorme burbuja financiera, llena de basura y podredumbre. Más de la mitad de la economía de entonces era dinero que corría a raudales, con la liquidez y el crédito insolvente creciendo a todo trapo, dinero que carecía de contravalor alguno en la economía real. Se trataba de pura economía especulativa, sin valor alguno.

La ruptura de la burbuja provocó lo que los economistas llamamos un shock de demanda de proporciones gigantescas, con unas consecuencias trágicas sobre las economías reales cuya producción se  desplomó, con los consiguientes efectos destructivos sobre el empleo, la demanda y el comercio internacional.

En 2008 Zapatero y su gobierno no supieron   -o no quisieron-  diagnosticar la verdadera naturaleza de la crisis que no era la que interpretaron como la consecuencia de “turbulencias financieras originadas en el mercado inmobiliario de Estados Unidos que no afectarían al país con el sistema bancario más sólido del mundo”. No se quisieron ver las debilidades de una economía altamente endeudada con respecto al exterior y con un sistema bancario cuyo 50% era insolvente y se sostenía solo con el  mantenimiento de una burbuja inmobiliaria y con un mercado de trabajo altamente distorsionado.

La crisis que se avecina 

La que a partir de ahora se nos viene encima es de raíz exógena ya que tiene su orígen en un factor externo cual es una pandemia vírica mundial, que obliga a clausurar un gran parte de las actividades productivas, los transportes y el comercio, al producirse confinamientos masivos de la población y una merma de más del 85% de la movilidad de personas y de bastante más de la mitad de mercancías.

Si no consumimos no se puede vender ni se generan beneficios. Las empresas despiden trabajadores. Se deja de producir, o se produce una cantidad mucho menor que la habitual. Las empresas ven limitadas sus facultades productivas y sus ingresos se resienten, cae brutalmente el nivel de empleo, lo que se traduce en el hundimiento de la capacidad de compra de los ciudadanos. Crecen los gastos públicos como consecuencia de los mayores esfuerzos en protección social, caen los impuestos y se dispara el déficit público que se financia   -no hay otra manera- con endeudamiento. No se soluciona la crisis, pero es que además sus efectos y la deuda con el resto del mundo la trasladamos a nuestros hijos y nietos.

Esta crisis no es como la que se inició en 2008. En esta crisis nos hemos visto obligados a paralizar la economía real para frenar los contagios y  la economía financiera no puede seguir a  su aire como ocurrió en el 2008  por lo que es necesario pedir una disciplina a los agentes financieros que no hubo en la precedente. Dicho de otro modo y a la llana: esta es una crisis de liquidez ya que el potencial productivo sigue intacto y somos nosotros quienes lo hemos dejado en stand by para poder sobrevivir como seres vivos.

Dijimos en el inicio de este post que se trata de un crisis global y que presumiblemente va a ser muy profunda y prolongada, por lo que va a  necesaria de coordinación entre países, cosa que de momento no se otea en el horizonte, así como entre sus responsables, que la experiencia nos dice que es bastante difícil de conseguir. Si a nivel internacional la coordinación de políticas económicas es complicado, a nivel doméstico quizá lo sea todavía más, máxime en un gobierno en que existen de facto dos gobiernos diferentes, e incluso hasta tres. Los bancos centrales y el resto de bancos deben proporcionar a los agentes productivos la liquidez necesaria para ir recuperando cuando vaya siendo posible la producción y por ende del empleo, el consumo y la rentabilidad de las empresas. Si no es así y la crisis se eterniza  -como pasó con la anterior- se empezará a deteriorar la capacidad productiva.

Liquidez para sobrevivir

Algunas de las medidas que el presidente del gobierno ha concretado  hoy 17/03/2020 son acertadas, otras son redundantes con medidas que ya existen y que vende dos veces y otras necesarias pero inexistentes, pero éstas son objeto de otro análisis más profundo y que no es el objeto principal de éste.

Bien, para llevar a cabo las medidas que ha anunciado el presidente Sánchez, o las más concretas y acertadas de Macron en Francia, o las de Merkel en Alemania, o las que sean, son necesarios recursos. Es necesaria liquidez, de la que los agentes  productivos no disponen. Por ellos hemos dicho que esta crisis es fundamentalmente una crisis de liquidez.

En definitiva, lo básico y fundamental que hay que hacer es una moratoria financiera para los sectores directamente más afectados por las medidas encaminadas a frenar el contagio. Los principales sectores son el turismo, el comercio presencial, el transporte en todos sus modos y ámbitos, así como otros muchos más, a los que hay que subvenir mediante moratorias de los despidos, para los vencimientos de los créditos en pymes y pequeñas empresas mediante líneas de crédito a las empresas bajo la condición de que no despidan a trabajadores en las que el papel del estado no sea solo el de avalista de estas ayudas que permitan la vuelta a la actividad de las empresas, sino el principal agente avalando y coadyuvando mediante medidas fiscales y presupuestarias. Es la hora de unos nuevos presupuestos de base cero, despojados de la inmensa hojarasca inútil, despilfarradora y clientelista que ahora tienen.

Si esto se hace así y la crisis sanitaria no se enquista y perpetúa por mucho tiempo, será posible recoser las costuras del tejido económico, empresarial y laboral sin que lo que en principio es una crisis de liquidez se transforme en una crisis más profunda de solvencia y confianza. Es decir, en una crisis sistémica.

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