domingo, 13 de diciembre de 2020

El partido escoba

Hay un partido, que como ya he escrito en otra ocasión, es un partido "escoba". Sí, escoba de barrer. Que siempre, siempre llega al poder para barrera la mierda y la ruina económica que deja otro: el Psoe. Ese partido es fácil de adivinar, el Partido Popular.


La victoria de González del 82 se produjo por las ganas de la gente de probar las mieles de todo tipo que les prometía el socialismo, por las ayudas financieras de la social democracia alemana y la aquiescencia de los servicios secretos españoles, influidos por la CIA, pero sobre todo porque al barco de la UCD se le abrieron las cuadernas de las luchas intestinas y las traiciones internas. Más que un partido, esta formación era un coro de grillos de altos funcionarios del estado que tras la debacle buscaron asiento y acomodo cada cual en su olivo ideológico.

Nada más llegar, los socialistas siguiendo recomendaciones de la entonces llamada CEE y en concreto de Francia y Alemania en particular, se les advirtió que si FG aspiraba a coronarse como el señor que metió a España en el club europeo, era necesario desmantelar y pulir todo aquello que con el ingreso de España les hiciese pupa a sus economías.

Así, lo primero que hicieron mis compañeros de facultad los jóvenes cachorros socialistas que se pos-formaron en Minnesota fue echar obreros a la calle. Se pusieron desde el INI (Instituto Nacional de Industria)   -hechos que viví personalmente,-  a desmantelar nuestra puntera industria de construcción naval, con la segunda cartera de pedidos después de Corea del Sur, con efectos demoledores en Ferrol, S. Fernando (Cádiz) y Cartagena; a recortar la siderurgia a diestro y siniestro, afectando a Asturias, la margen izquierda de la ría bilbaína y Sagunto en Valencia de forma especial.

 La emprendieron también con buena parte de la agricultura y la ganadería, teniendo que sacrificar una parte importante de nuestros viñedos y reducir nuestras cuotas de producción láctea en beneficio de los mercados vinícolas franceses e italianos y los lácteos franceses, medio salvándose nuestras huertas levantinas. Consecuencia: nuestra industria pasó a representar un 35% del PIB a escasamente un 10% en la actualidad.

Año 1996, Aznar tuvo que esperar a que la corrupción felipista, de la que ya ahora poco o nada se habla, acabase con el régimen nacido en el 82 del siglo pasado. El partido popular fue incapaz por sus méritos de mandar a la oposición a los socialistas. Si no hubiese habido la corrupción que hubo en el socialismo de González, estaríamos en el virreinato de Felipe VI, el sevillano. (No confundir con SM el Rey D. Felipe VI).

A Aznar le tocó barrer la mierda que dejó el felipismo, que no fue poca y cuyas consecuencias fueron tener que hacer frente a unas cifras de paro de bastante más del 20%, una industria descabezada, alta inflación y una deuda exterior disparada. Durante sus ocho años de gobierno logró enderezar algunos de los desastres que había heredado pero, no sólo dejó intacta toda la arquitectura de los 14 años de felipismo sino que  siguió alimentando con competencias y competencias, dinero y dinero a los insaciables, por aquel entonces todavía llamados nacionalistas.

Tuvo la nefasta ocurrencia de nombrar su sucesor a un oscuro registrador de la propiedad de provincias aupado a presidente de diputación, al que elevó a los altares ministeriales, es decir al inane Rajoy al que el indigente intelectual y traidor Rodríguez Zapatero venció en las elecciones posteriores al 11-M, victoria propiciada por este mortal atentado terrorista del que aún hoy nada se sabe todavía de su autoría pero que a los socialistas les vino como anillo al dedo para reconquistar el poder. ¿Casualidad o bien aquello de "cui prodest"?

Zapatero, de sus 7 años de desgobierno  -a su mandato no se le puede llamar gobierno sino todo lo contrario-  vivió los cuatro primeros años de las rentas que le dejó Aznar y la burbuja inmobiliaria y financiera le permitieron, hasta que ambas le estallaron en sus narices y en los bolsillos de todos los ciudadanos. A partir de entonces la crisis económica fue el cáncer que de nuevo llevó en Diciembre de 2011 a un gobierno y partido socialistas a calentar los bancos de la oposición. De nuevo, la crisis se lo puso a huevo a un aspirante del PP, esta vez sí, a Rajoy.

Pero, el guerracivilista Zapatero causó males mayores que los propiamente económicos, el principal: haber resucitado los odios y rencores de hace 80 y tantos años e inocularlos en personas que ni vivieron la guerra, ni la posguerra y nacieron ya con la partitocracia, dividiendo nuevamente a la sociedad española en rojos y azules. 

Este analfabeto y oscuro parlamentario de cuota, sin oficio ni beneficio, comiendo de la mamandurria de levantar de vez en cuando el dedo a las órdenes del jefecillo de turno en las Cortes, sólo se preocupó durante su mandato de presidente en crear basura ideológica, leyes de ideologías de género, leyes de no se sabe qué memorias históricas, adoctrinamientos en la educación, fomentar con promesas de ancha es castilla  las ansias de las bichas independentistas y todo tipo de frentepopulismos. Hoy este pájaro anda por tierras americanas de valedor de dictaduras y comisionista de gobiernos y empresas.

Al inane y melifluo Rajoy le tocó barrer la mierda que dejó Rodríguez Zapatero, eso sí, apretándonos todavía más el dogal que nos había puesto Zapatero con los enormes recortes que se vio obligado a apretarnos a instancias del Banco Central Europeo y los principales países europeos.

Este señor, para empezar su virreinato hizo todo lo contrario que lo que decía su programa electoral subiéndonos los impuestos todavía más que lo había hecho Zapatero y sus insignes ministros económicos Solbes y Salgado (hoy en las poltronas giratorias) y apretándonos todavía más el dogal. Quizá no habría otra, pero era el anverso de lo escrito en su programa.

Una vez enderezada algo la economía, allá por el 2014, pero en absoluto en el final de la dura crisis del 2008, se tumbó a la bartola y dejó hacer, dejó pasar. No tocó una coma de las aberrantes leyes zapateristas y permitió que la cultureta mentirosa de los socialistas y comunistas siguieran campando en los medios de comunicación comprados con nuestro dinero y entregados a éstos, campase en las escuelas y siguiera intacto el pensamiento único.

Pero lo grave, grave ha sido la permisividad dolosa con separatistas catalanes y vascos, dándoles sacas y sacas de dinero que previamente Montoro les había expoliado a extremeños, murcianos, castellanos, gallegos, etc, a todos. A éstos no les barrió la mierda, les dio dinero. Pero sobre todo, les dio ínfulas y les permitió dar golpes de estado en una nueva modalidad: la del golpe permanente. Lo más que hizo fue leer el As y fumarse un puro cuando algo le quemaba entre las manos. Llevándole la mitra estuvo la rasputina del régimen, una tal Sáez de Santamaría, alta funcionaria como su jefe, a la que masajeaba en público el jefe de los sublevados.

Para esto se ha quedado el Partido Popular, para barrer las boñigas económicas que deja el socialismo y quedarse tieso en todo lo demás que dejan los socialistas, sin hacer oposición y mirando de reojo a ver que les parece a éstos, no sea que les llamen fachas. Son incapaces de plantar cara al discurso sociocultural de las izquierdas y, una vez más esperan a que la debacle económica les eche del poder. Sin hacer oposición, ni nada que se le parezca. Encajan todos y cada uno de los golpes que le propinan, en un rincón del ring.

Y cuando quieren ponerse algo gallitos, se equivocan de adversario y la emprenden   -en vez de no pasarles ni una al gobierno y sus adláteres-   con los que fueron sus compañeros de partido, que hartos de tanta melifluez y traiciones a sus propios valores se separaron con elegancia y buenas formas. Cuando Pablo Casado se vio obligado a decir algo en la moción de censura contra Sánchez le dio una pataleta y la emprendió con Abascal, porque no aguanta ni sabe poner remedio a la sangría de votos y que otro tenga las iniciativas de las que él carece. Patético.

De nuevo, otro que a lo más que aspira es a barrer la mierda que dejen Sánchez, el moños y los golpistas, si es que queda algo de mierda. Cosa que dudo.

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