España tiene problemas económicos muy importantes. De entre todos, destacan tres: Uno, el acusado monocultivo productivo, basado en el que unos señores y señoras de fuera vengan a visitarnos, es decir, el turismo. Dos, la penuria energética de hidrocarburos, que hace que nuestra dependencia de la importación de petróleo sea total. Tres, la insuficiencia manifiesta de la producción de bienes y servicios para financiar nuestro crecimiento económico, teniendo que acudir, año tras año, a financiar el déficit con gran cantidad de deuda pública.
Hasta ahora, en estos tres problemas hemos tenido en los últimos años el viento de cola. En efecto, el turismo ha ido como un tiro hasta acercarnos en el ejercicio de 2017 a 82,2 millones de visitantes y 60.000 millones de ingresos turísticos, entre otros factores por la inestabilidad política y social de un buen puñado de países mediterráneos, tradicionalmente competidores.
La penuria energética, muy dependientes del petróleo, se ha visto mitigada por una larga racha de bajos precios del crudo, que han permitido un cierto despegue económico sin grandes sacrificios por esta causa.
Durante la crisis, el estado del bienestar y otras prestaciones sociales se han financiado con recurso al endeudamiento exterior y los préstamos y bajos tipos aplicados con que el Banco Central Europeo ha regado a buena parte de los países europeos y entre ellos España.
Pues bien, este viento de cola que ha permitido mitigar los tres problemas anteriormente citados y empezar a sacar cabeza de la crisis, se puede ir al traste. No porque lo diga yo, sino porque existen indicios que lo corroboran.
El turismo puede encontrarse, a no muy largo plazo, con el renacer de algunos países mediterráneos en sus cuotas turísticas, merced a una cierta mejora en su seguridad y conflictividad social, lo que restaría visitantes a España.
La égida de petróleo más o menos barato parece declinar y ya se están produciendo alzas significativas en el precio del crudo. No hay que descartar volver en plazo no muy dilatado a precios de tres dígitos, como antaño. La vuelta de pequeños países productores (que venían practicando precios bajos para sacar su producción al mercado) a la disciplina de la OPEP, que controla los precios para que éstos se mantengan altos, es la razón de que la senda del precio del crudo sea cada vez más cuesta arriba.
Finalmente, parece que el BCE ha decidido empezar a cortar el grifo de dinero y de dinero barato, a los países beneficiarios durante la crisis, entre ellos España. Si el BCE nos corta el grifo del crédito y de crédito barato, vamos a tener graves problemas para financiar los abultados déficits públicos a que nos hemos acostumbrado. La única solución, apretarnos dos o tres, o más, agujeros del cinturón del gasto, lo que equivale a la vuelta a los recortes.
Esperemos que el gobierno, éste o el que sea, recorte en lo accesorio (burocracia, autonomías, gastos suntuarios, etc) y no en lo esencial, como se ha hecho hasta ahora.
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