Para hacer un pequeño repaso de cómo andan las cosas europeas en estos momentos basta leer los periódicos y las noticias con que nos desayunamos a diario. Veamos:
- Inglaterra ya se va porque a un irresponsable, que veraneaba todos los años en la villa castellana de Olmedo, se le ocurrió convocar un referendum en el peor momento posible, si bien quizá le haya hecho un favor a sus conciudadanos que serán los que saldrían los mejor parados en la debacle final.
- Polonia, Hungría, Croacia, etc y otros ex-países del Este, no aceptan las imposiciones sobre las erróneas, insostenibles y buenistas políticas de inmigración y otras que vienen a destrozar aquellos valores morales que se mantuvieron intactos bajo los regímenes sojuzgados por la Unión Soviética y que lograron sobrevivir y que los entonces llamados países libres capitalistas quieren borrar ahora del mapa.
- Italia se rebela y no modifica el presupuesto y su política de inmigración, harta ya de poner las costas y los campos de refugiados que le traían en oleadas unas mafias, que no se distinguen de negocietes con nombre de ONGs, que les hacen el caldo gordo a los primeros, en el mejor de los casos.
- Grecia está con respiración asistida, endeudada hasta los tuétanos, empobrecida, subsidiada, pidiendo limosna en una de las puertas de este club, que algunos dijeron de ricos.
- En Francia, Alemania, Austria, crecen los partidos alternativos al pensamiento único izquierdista, que el resto de los partidos, domeñados por las élites financiero-mediáticas, se encargan de denostar, asustando a los votantes con que viene el coco de la extrema derecha, cuando, lo que ya está es el coco de la extrema izquierda, separatistas y terroristas, que esos sí llevan aquí años y años.
- En España campan los comunistas y socialistas antieuropeos y los independentistas que la quieren romper y en esta tesitura estamos y seguimos, de no ir a peor, cosa en absoluto descartable a corto plazo.
Hasta ahora, el tinglado, con las enormes diferencias económicas entre unos y otros países se ha mantenido porque un ficticio banco central se ha dedicado a darle a la máquina de los euros para pagar obras públicas y mantener a raya los tipos de interés de una forma artificial. Cuando estos vientos de cola se acaben, lo dicho de intereses bajos y un petroleo que ya va como un tiro hacia arriba, ese día el tinglado se viene abajo.
¿Qué hacer entonces con una casta de burócratas bien, muy bien engordados, que suman miles y miles de funcionarios?, ¿van a engordar todavía más el funcionariado de cada uno de los países, que como en el caso de España ya nos salen por las orejas?, y ¿adónde iría a parar toda la pléyade política que viven como Dios en Bruselas y Estrasburgo?
La caída del imperio romano, además de una gran película dirigida por Anthony Mann en el año 1964 y producida por Samuel Bronston, fue una realidad histórica. La decadencia de las costumbres, el esquilmamiento de la economía y las intrigas aceleraron la caída que llevaron a cabo unos seres llamados barbarii, extranjeros, sin más, aunque luego nosotros lo usemos como insulto.
Pues bien, nada me gustaría más que equivocarme si comparo el fin de la UE con la caída del imperio romano. En este caso, al enemigo no lo tenemos más allá de las fronteras como hace 2.000 años sino dentro, en buena parte. El islam serán los bárbarii que acaben con la civilización occidental, con Europa, como a Roma la vencieron los bárbaros.
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