De nada. Los políticos no nos hablan de nada. Hablan de lo de siempre, de ellos mismos. De cuatro cosas. Y no nos hablan de nada porque no saben de nada. Nos inundan de pura verborrea, de puras peroratas. De tópicos que se copian unos a otros, sin importarles decir hoy una cosa y mañana la contraria.
Estos políticos son la consecuencia del gran fracaso de las leyes educativas de la llamada transición, de aquella puñetera Logse, del fracaso de la universidad, copada desde los años 60 por la izquierda sectaria, a la que la cultura y la sabiduría le importa tres cojones. Lo mismo que a la derecha, o al centro.
Este es un país de ágrafos. Leemos poco, o nada. Carecemos de criterio para enfocar las cuestiones que nos incumben y nos dejamos lavar el coco por las puñeteras televisiones, también copadas por la izquierda. El 90% de las cadenas de TV emiten basura y noticias trufadas de mentiras y falsedades. La información ha dejado de existir para convertirse en consignas, con abundancia de concursos que dejan a la intemperie la idiocia e ignorancia del personal.
Estamos, niños incluidos, colgados todo el día del móvil, pendientes de las majaderías que circulan por las llamadas redes o escribiendo tonterías sin sentido en whatsAps y correos electrónicos, fabricando adictos a una grave adicción, de cuyas consecuencias personales y sociales todavía estamos en pelotas.
Yo no he oído hablar a los candidatos electorales ni una palabra de cultura, ni lo que piensan hacer a este respecto, ni de educación, ni de la universidad. Sólo de que en los colegios vayan o no a adoctrinar a los niños sobre el LGTBismo. Ni una palabra sobre la investigación, ni media palabra sobre los deportes, ni sobre nuestra historia. Sólo de esa memez intelectual llamada memoria histórica, todo lo contrario a la historia, a la que no hay que poner memoria alguna y dejar esa tarea a los historiadores.
Muchos, han mentido en sus currículos, en sus titulaciones, en sus doctorados. Se han inventado títulos, tesis, o se han hinchado a plagiar. Incluso escriben libros pagando en efectivo o en especie a negros o negras. Igualito que hace 40, 50 o 60 años. Lo que impera es de una mediocridad que mete miedo.
Y lo más aterrador: estamos en sus manos.
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