Como resumen, de un primer vistazo al gráfico, digo que las regiones más ricas han dejado de ser tan ricas, mientras que las menos ricas han dejado de ser tan pobres y que las primeras han caído más que han ganado las segundas. Veamos:
El Gráfico resume la distribución regional de la renta relativa por habitante en dos años de condiciones económicas, sociales y políticas bien diferentes: 1955 y 2016. Si tomamos como factor de corte el valor medio de la renta por persona a lo largo de los 60 años de comparación, aparecen claramente dibujadas dos tipos de regiones: las que se muestran por encima de la media y aquellas otras que están por debajo.
Las de menor renta, de menor a mayor PIB son las siguientes: Extremadura, Ceuta y Melilla, Galicia, Castilla La Mancha, Canarias, Andalucía, Murcia, Castilla-León y Aragón. Las que superan la media son, también de menor a mayor PIB, Rioja, Asturias, Valencia, Baleares, Cantabria, Navarra, Cataluña, Madrid y Vascongadas.
Se configuran así en 2018 dos Españas económicas, separadas por la media española: una España del Noreste y Balear, más la capital de la Nación y otra España interior y levantina.
Sesenta años más tarde, las regiones que ocupan los extremos del ranking de renta siguen siendo en buena parte las mismas, aunque con algunas novedades y algunos cambios en su ordenación. Madrid desplaza a Vascongadas de la primera posición y Andalucía y Murcia reemplazan a Galicia y Canarias en el grupo de cola.
Finalmente, el gráfico pone de manifiesto que las regiones por debajo de la media han mejorado su posición a lo largo de los sesenta años, mientras que, en menor medida, se ha producido una caída de las regiones más prósperas.
Así, la distancia entre los dos extremos de la distribución se ha reducido de forma apreciable: la diferencia entre la región más rica y la más pobre ha caído a la mitad, desde más de 130 puntos en 1955 hasta “sólo” 68 en 2016.
Aunque si bien pudiera deducirse de los datos anteriores, que a lo largo de estas seis décadas se hayan producido transferencias de renta de las regiones más favorecidos hacia las menor renta,, la correcta interpretación de los datos no nos permite corroborar esta aseveración, ya que habría de comprobarse que lo que unas regiones han perdido lo hayan ganado las otras y ello no es una evidencia estadística con solo estos datos.
Lo que sí podemos afirmar es que en todo este tiempo se ha producido efectivamente un proceso de convergencia de renta entre las regiones más ricas y las de menor renta. Sólo eso, lo que tampoco es poco.
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