Es lo único por lo que merece la pena no deprimirse en la España de hoy. Es lo único y el único. Invencible, arrollador, sufriente cuando tiene que serlo y humilde y cercano en la victoria. Es un auténtico profesional, un experto en lo suyo y el mejor.
Nadal es un ejemplo para España porque incardina un buen puñado de virtudes personales, profesionales y sociales en las que reflejarse las nuevas generaciones y las menos jóvenes. Incardina el esfuerzo, el tesón, la voluntad para conseguir los resultados. No conoce el desánimo, y aunque lo tenga en ocasiones, lo supera. Su afán de superación es una de las claves de su personalidad.
Es poco hablador, pero cuando lo hace es siempre comedido. Es respetuoso con sus contrincantes, a los que siempre de acerca a animar con unas palabras de cariño y afecto cuando les vence en la pista. Cuenta con amigos en sus colegas a los que se enfrenta con frecuencia, cosa harto desconocida en los tiempos que corren.
Su vida personal y profesional es todo lo contrario a la laxitud imperante en la educación en la familia y en la enseñanza, a la cultura de lo fácil, a la permisividad social en hábitos y conductas, a la corrupción galopante en la política y la no política.
Aprecia los valores nacionales y los símbolos que que representan a la Nación y por tanto a todos. No hay más que ver el respeto y la emoción que le embarga cuando se sube al podio y escucha el Himno Nacional. Con frecuencia, le asoman las lágrimas de emoción y patriotismo.
Es de los pocos deportistas, políticos -sobre todo políticos- y ciudadanos que sabe escuchar el Himno de España o del país que sea. En posición de firme, con los brazos y manos caídas a ambos lados del cuerpo, talones unidos y el rostro altivo con la mirada perdida al infinito.
A este respecto, cada uno hace lo que le place: brazos cruzados, piernas abiertas, manos entrelazadas adelante o atrás, movimientos, saltitos, etc. Lo mismo que nadie baja el rostro en señal de respeto al paso de la Bandera, o la inveterada costumbre de los ciudadanos de otros países de llevarse la palma de la mano derecha a la altura de su corazón.
Todo esto, me lo enseñaron en la escuela a la que yo asistí en una disciplina que responde a un nombre muy español y preciso que no es otro que el de urbanidad. Nada que ver con la actual -ya no se si derogada con tanto cambio y regiones- educación para la ciudadanía, que que de educación tiene lo mismo que yo de obispo de Astorga, tratándose más bien de adoctrinamiento a niños y jóvenes.
En todas las aulas de escuelas, bachilleres y universitarios habría que crear una asignatura que llevase por título NADAL que explicase todos sus valores y su ejemplo. Solo con esto, me daría con un canto en los dientes.
ENHORABUENA CAMPEÓN, por tu victoria, por tus victorias, por tu ejemplo, y por ser como eres.
GRACIAS
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